Me quedo aquí sentado en pleno domingo,
desparramando el tiempo
por esos segundos de apego.
Y después de que se agoten todos
volveré a creer en su escudo
de día maduro, como ha de ser la espera,
una sucesión de intentos que sepan guardar los estados
de plena quimera. Así nos trata el tiempo,
colgados de toda su terca sentencia.
Y cuando sea extinto —el domingo—
crecerán las lonas que, en parte,
oculten los labios que el tiempo te ofrece
para rozar tu frente y dejarte anhelando
su paso —suspiro sagrado—.