Vicente Javier-F

GRACIAS POR ENTRAR EN ESTE TROCITO DE MUNDO PARTICULAR, POR AYUDARME A BUSCAR ESE MOMENTO DE PLACIDEZ. A VECES NOS LLEGA SINTIENDO LO BELLO, LO SUAVE Y SERENO. LO MISMO TE OCURREN LOS SALTOS DE ASOMBRO. LA VISTA LO APRECIA Y LO BUSCA INCESANTE.







GRACIAS DE NUEVO AL LEER LO QUE ESCRIBO. LO MISMO OS DIGO POR VER LO QUE VI.







sábado, 24 de marzo de 2018

Si emergen de un allá de las distancias invisibles


Las mismas aguas que te hablan y resbalan
Te marcan las señales de los vientos
Que las borran y las dañan.

Pero quién va a querer seguir los ruidos de los aires,
si son incomprensibles,
si emergen de un allá de las distancias invisibles,
y solo te someten.
Y qué sabrás de él
si solo habla con su furia intermitente.
No acepta que las calmas nos serenen.
Él viene con afanes que compongan sus batallas,
y a todos nos reclama.
Mas nunca le verás el rostro o el disfraz,
tan solo la cara y las estrías que nos deja a los mortales
y a las cosas que con saña desafía.
Y quién querrá saber si sueña en un delirio espeluznante.

martes, 20 de marzo de 2018

De unas horas alejadas de lo arisco





Y se vierte una luz de invierno inmenso,
ahora que se adentran ya las horas
de incipiente primavera.
Y llueven —nievan— pétalos de frío,
cuando no se atreven los almendros
a cambiar su rosa y blanco pétalo prendido
por un aire que resuene plácido entre copas que requieren paces.

Y de puro frío escrito en las montañas que no duermen
sin las capas doloridas de los hielos
han pasado horas derretidas en su propio pensamiento tenue,
que va herido, cuando el sol ha levantado su intención
de contentar incluso a las jornadas de las luces promediadas.

Han pasado rápidas las horas
que querían imprimir su estampa
de unas horas alejadas de lo arisco.

Puede ser que en otras muchas primaveras
se nos cuelen los destellos de los ávidos momentos de templanza.
Hoy es duro el coleteo del invierno —terco invierno—,
blanco y fiero. (Sea. Y también la primavera.)

domingo, 11 de marzo de 2018

Querer


Me alegro de que haya gentes tristes, como esa
Muchacha que podría quererme si no quisiera
A otro… 
"Me alegro de que el sol haya salido”,
(Jaime Sabines)

Querer.
Querré. Querrás.
Querrán,
pero querrán a otros
y no me lo dirán.
Serán capaces
de obrar con plena animalidad,
y con la dulzura propia
de las que saben dorar los días
y las almas. Todo con suavidad.
Querrán seguir queriendo,
en silencio, porque yo no sepa más,
y solo preguntaré, si acaso,
¿dónde estáis
si tanto amáis sin mí?
Querré querer en paz
mientras crea
que quieren saber
de este que se va.


viernes, 9 de marzo de 2018

Y en verde se acaba


Era verde tu palo,
verde tu escuela,
verde tu sueño,
verde tu suelo;
basto tu mazo
que puso su peso
en volcarte la estampa.
Verde tu traza
y en verde se acaba.

(Observan, mas todavía
esos marrones se aplazan:
verdes que callan.)



jueves, 8 de marzo de 2018

Cuando te palidecieron los peldaños





Cuando te palidecieron los peldaños
de subir hasta tu boca
ya no supe qué decir,
a qué pliegue de tu voz asirme
sin caer por la escalera que me turba los acechos
(¡nunca siendo redentores!).
Cuando te gritaron las caricias
y solo fueron sangre los intentos.
Ahora lloro rojo por mis lágrimas corrientes.
Ahora mi pañuelo pide blanca relevancia
mientras lloran los lamentos
por no alzar mi leve ascenso,
ya no solo por los pliegues de tu estruendo,
ya no solo por ariscos entresijos de tu tiempo,
sino simplemente por el aire limpio
que me sane el desaliento.


sábado, 3 de marzo de 2018

Constatación urbana


Hay un lenguaje de las casas,
con cortinas que se atrampan,
con persianas elevadas
y un silencio que recubre las estancias.
Los sombreros de las tejas seguirán cubriendo entornos
—en los pueblos—,
que se callan o se activan
con el sol de la mañana.
Hay viviendas que se apagan con la propia luz
que las halaga. Se vacían y se quedan recluidas
en las horas muertas sin la vida.
Ya no quedan las personas entornando sus vivencias
entre las paredes gruesas que conocen los secretos
de esas vidas mantenidas entre cal y entre cenizas.
Ya no quedan las miradas que te escruten las acciones.
Sale el aire por las puertas persiguiendo a las personas
que se marchan y retornan a la hora del cansancio a mesa puesta.
Nocturna vecindad que no rezuma
los momentos de las horas con sustancia.
Y las casas se enamoran del zumbido
de las voces de los plasmas y pantallas
enrolados en nocturnas distracciones.

Fuera, la lechuza se reencuentra —como siempre—
Con la luz del abandono.