Como un cielo que soñara
unas nubes que saciaran almas,
y allí se descolgaran gotas
de una lluvia efervescente y calma.
Como un sentir las gotas impregnadas
con los restos de fragancia
de una piel dormida en mi silencio.
Como un vapor de edades enhebradas
a los usos despistados que volaban por encima
de un capricho consentido por el tiempo,
y al final tan un suspiro
que no pudo sino ser
efímero destino.
Como un tomar partido
y no sentirlo en desafío,
si acaso suponer un pestañeo de los días,
tan mudos que pasaban su sigilo
sobre rostros entregados al cariño
del olvido.
Como un quedar en ascuas,
sin gotas que apagaran
un vigor desconocido,
que todo consumía.
Era fuego sobre el lecho de los días.
Traspasa ya tu blusa y mi camisa;