¡Habla!, solitario. Clama en nombre de las torres inventadas.
Habla encima de las letras de tu antojo.
Si no saben los demás tu sentir desentrañar,
¡Diles!, solitario, entonces, que son tuyos los enojos,
que ellos forman mil despojos que la lengua siendo aguda,
todos por su punta ruda, todos, por su punta expulsa.
¡Habla! No maldigas la elocuencia de tu propia verborrea.
¡Sigue, arrea, lanza, tira, bota, suelta, saca, idea, inventa!
sonidos de menta, de mentar, de mentir, de vivir y de sentir.
No te dejes corregir si es por un sonido vil;
no te dejes acallar si tu voz herida está.
¡Déjales también hablar! ¿Hablarán tan bien, tan bien?
¡Claro, solitario, claro! Nadie debe ya callar,
sólo aquellos que ya intuyen que los sonidos no sirven
para el aire mejorar, por silencio rogarán.
Dejarán pasar los silbos por las agujas de pinos,
por las ramas de los chopos... No querrán dichos ni
tropos ni tampoco desalojos de las bocas ya sin sorbos.
Vicente Javier-F
No hay comentarios:
Publicar un comentario