Sentado en la penumbra de tus labios,
esperando un roce que humedezca las entrañas
de mi espera.
Aguardando un trato que me una con la carne decidida a
cobijarme.
Y después, buscar mordiscos
de una intensidad extraña,
tan ajena a lo que esperas que resbale mi tesón
hasta la acera,
donde escupen los bordillos
toda la pasión que pena.