Las ruedas que no aplastarán las almas,
con su morro de madera y tacto,
con su traza de guiar sensato.
Ruedas que trazan silencios
por las avenidas mansas,
por los bulevares calmos
de aquellos lejanos juegos.
(*)Este camión de madera se lo hice a mi hija hace unos
años. Quizás no le entusiasmó la idea, pero lo que es seguro es que ahora vemos
que alguien no debió guiar sus manos ni su intención descompuesta sobre un
camión que fue peor que fiera.
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