Eran parroquias o anteiglesias, de traza más bien
restringida a las miradas de perspectivas ya secas, como enmarcadas en un
cansancio escrupulosamente antiguo, salidas de un rumor de siglos, donde todas
esas piedras de sillar ennoblecido habrían dejado emparedadas las celadas, las
espadas y cuchillos, las ventanas y postigos; las miradas de otros siglos.
Iglesias, ya secas, rumor, pertenecieron, siglos.
(Sacadas de una toma fotográfica que, azarosamente, puso ante mí esas palabras
del poemario “Arderá el hielo”, de Ilia Galán.)
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