Cuando te palidecieron los peldaños
de subir hasta tu boca
ya no supe qué decir,
a qué pliegue de tu voz asirme
sin caer por la escalera que me turba los acechos
(¡nunca siendo redentores!).
Cuando te gritaron las caricias
y solo fueron sangre los intentos.
Ahora lloro rojo por mis lágrimas corrientes.
Ahora mi pañuelo pide blanca relevancia
mientras lloran los lamentos
por no alzar mi leve ascenso,
ya no solo por los pliegues de tu estruendo,
ya no solo por ariscos entresijos de tu tiempo,
sino simplemente por el aire limpio
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