He sentido cerrarse los párpados del aire.
Habrá ido a recostarse junto al sueño.
Ya no suena el golpeteo del postigo.
Habrá querido calma tras su intenso desvarío.
El caso es que se queda ya el silencio
y todo tan en calma que parezca que la vida no ha existido.
Recuerda las campanas que sonaban
por capricho de los vientos,
que movían locamente sus badajos.
Así nos percutía la locura mientras éramos felices
al albur de los desmanes de esa vida tan ociosa
y caprichosa que esperábamos cubrir sin desencantos.
Hoy pedimos que los vientos nos azoten
y provoquen la pasión que se escapó hasta el firmamento.
(O quizás durmamos lejos del sonido que nos hiera.)
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