Marcharse es
una cuestión de estilo,
unos brillos asentados en las formas que conlleven los adioses.
Y allá quedarán los hilos —más que leves—
que te ataron a tu sino,
casi al pie de los alivios;
más bien cerca de las ansias que te empujen al secreto del vacío.
Será un apagón que hiera
si no atisba los sentires que le lleguen.
O un brillo sin grito,
el suave murmullo —del todo valiente—
que espera otra aurora,
por siempre en el vientre de todas las formas de adioses y olvidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario