Es un temblor dorado lo que siento,
como tiemblan los álamos que notan
las formas límpidas del aire.
Es un temblor que anida en los susurros
desprendidos justo antes de mi voz.
Pero ¡cómo tiemblo en las nevadas ocasiones,
cuando el blanco cubre cada poro
de mi firme desajuste!
Pero ¡cómo asirte si los álamos no saben
describir otros temblores,
y mis manos son ya ramas degradadas,
con las hojas como espuma del temblor!
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