Viajaría a un cúmulo de nortes desnortados
por perderme en la noción del frío,
y no volver a asirme a las corrientes tropicales
que ideé mientras dormías.
Surcaría trozos de los hielos
sin más grata compañía que las nubes congeladas.
Y al sentir el frío obtuso que me suba
por los pies hasta la idea del olvido,
clamaré hacia mis adentros: ¡sol bendito,
por qué añoro los rasguños
del querer estar tendido
justo al lado
de tu roce
con mi frío!
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