Vicente Javier-F

GRACIAS POR ENTRAR EN ESTE TROCITO DE MUNDO PARTICULAR, POR AYUDARME A BUSCAR ESE MOMENTO DE PLACIDEZ. A VECES NOS LLEGA SINTIENDO LO BELLO, LO SUAVE Y SERENO. LO MISMO TE OCURREN LOS SALTOS DE ASOMBRO. LA VISTA LO APRECIA Y LO BUSCA INCESANTE.







GRACIAS DE NUEVO AL LEER LO QUE ESCRIBO. LO MISMO OS DIGO POR VER LO QUE VI.







domingo, 29 de mayo de 2011

YA NO HAY NADIE ALLÍ DETRÁS

Ya no hay nadie al otro lado
de mi vida. Nadie vaga
por la estrecha senda de los pasos
por andar. No siento ya aquella mano
que me amarra mientras doblo mis rodillas
al caer, aunque sepa caminar.
Yo no sé lo que me digo y si acaso
digo algo a los demás.
Suelto leves balbuceos como pompas de jabón
que ya pronto estallarán. También noto cómo irrumpen
dedos grandes de otras palmas en mi cara descansada.
Ora un pómulo enrojece; ora el otro se retuerce,
y el dolor se queda solo,
compartido por las ruedas del triciclo
que no más sabe rodar y ayudarme
a transitar, mientras yo mismo ejercito
mis piernas de caminar.

Pero llamo y ya no hay nadie al otro lado
del dolor, sólo pajaritos sueltos enredando
entre mis llantos.
Claro, siempre hay alguien muy cercano
al llorón que no camina y que come
sólo granos de las sales de su llanto.
No te voy a ti a nombrar a ese alguien
que a tu lado siempre está.
Pero yo, yo ya no siento el otro lado de la edad.
Sólo me persigo a mí; sólo me aproximo aquí.

Son gigantes los que avanzan por las calles
humeantes por el negruzco alquitrán.
Sé que siento aquellos pasos pululando
en el portal, en la brea o en las colas de los
cientos de paradas de autobuses que yo no puedo
tomar. ¡Mejor!: todos van a las industrias;
todos van a las mil horas que en ellas deben estar.

Ya no miro para atrás.
¿Quién responde si no están?
Todos los que yo esperaba ya se han ido a trabajar.
Sólo un humo con sabor a los potajes
te recuerda que hay mujeres
que aprendieron "sus labores".
No todas son tu mamá.
Entonces, ¿para qué mirar atrás?
Tú recuerdas tus miradas,
endulzadas por las ganas de gustar.
Yo recuerdo que sí fui; yo recuerdo que me veo
dentro de mi cuerpo entero, mas las células se fueron.
Poco a poco van cayendo y las nuevas te recuerdan
que quien no pisa la tierra que se mueve en el presente,
ese se ha caído ya. Y todo del otro lado,
del adiós y del ocaso, ¡qué más da si no lo palpo!

Queda el lánguido señuelo de agitar
aquel pañuelo; queda el único consuelo
de saber que yo doy forma al fonema y a la letra
que en palabras reunidas saben la verdad que espera:
ya no hay nadie allí detrás.

Vicente Javier-F

No hay comentarios:

Publicar un comentario