Atroz se extiende ya la calma
que vive en la morada de lo blanco.
No se para a recordar susurros
de algún cálido momento.
Sepultada queda toda tímida añoranza,
y es inútil la textura que se forme en el agrado.
Fuera queman los silbidos de los vientos
incendiados por tus ganas
de volver a ver tu tez como caricia alborotada por los aires
casi amables.
Solo pueden los valientes azotar lo calmo,
recurrir a la nostalgia de las gélidas estampas.
Solo queda la quietud del tono inquieto,
mientras duerme la esperanza.
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