Vientos suaves
del ocaso
amargo.
Son sus corrientes
que acechan
dejándonos
aguda brecha.
Frota entonces
duro el pecho
por mantener
encendido
tu acompasado
latido.
Viento que abre
vereda
a la que siempre
se lleva
lo que un día ya no
queda.
El viento
no sabe de años;
la vida
no repara en daños:
es su destino
sin sino.
Sólo el que cree
saber
cree que sabe
de brisas,
y aquella que sopla
deprisa,
tranquilo,
que nunca
te avisa.
Vicente Javier-F
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