Busco rayos que se arrastren desde el Sol
hasta el templo del calor. Quiero copos de algodones
que abandonen los relieves de los campos
por llegar hasta mi flor.
Llevan tiempo aquí a mi lado las espadas de los hielos
apuntando firmemente al esplendor.
Llevo un tiempo refugiado en los castillos y en sus sombras
por si acaso allí en los muros, tan recónditos y adustos,
el invierno ya pelado pierde fuerza en sus intentos depravados.
Yo no veo aún el rayo que simule agazapado
la ilusión del cielo claro. Siempre dicen que la herida
por los hielos puntiagudos se sanea en primavera
con el canto del verdor estremecido. Siempre dice
el propio campo la verdad sobre los cantos,
y el invierno canta opaco.
Ahora espero los disparos de los cantos bien hallados,
y es que abril cantará claro cuando el chopo brote ufano
y los charcos sean su sorbo entre los prados.
Vicente Javier-F
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